Las interfaces deben prevenir errores antes de que ocurran mediante un diseño cuidadoso que elimine condiciones propensas a errores, restrinja acciones inválidas, proporcione valores predeterminados inteligentes que guíen opciones seguras, valide entradas antes de aceptarlas y requiera confirmación explícita para operaciones destructivas—la prevención resulta fundamentalmente más efectiva que la recuperación porque los errores nunca entran al sistema, los usuarios mantienen confianza evitando secuencias de errores, y la carga cognitiva permanece enfocada en tareas productivas en lugar de corrección de errores. La heurística de usabilidad #5 de Nielsen (1994) estableció la "prevención de errores" como superior a los mensajes de error por sí solos, enfatizando que "aún mejor que buenos mensajes de error es un diseño cuidadoso que previene que un problema ocurra en primer lugar," validado a través de décadas de investigación demostrando que la prevención reduce los costos de soporte 40-60%, mejora la completitud de tareas 30-50%, y transforma fundamentalmente la confianza del usuario permitiendo exploración sin miedo a consecuencias irreversibles.
La heurística fundamental de usabilidad #5 de Nielsen "Prevención de errores" (1994) estableció la prevención como superior a la recuperación mediante evaluaciones extensas demostrando que las interfaces que previenen errores superan a aquellas que solo manejan errores con gracia. Su investigación identificó dos enfoques de prevención de errores: eliminar condiciones propensas a errores (diseñar interfaces que hacen imposibles los errores mediante restricciones, estados deshabilitados, opciones limitadas) y presentar opciones de confirmación (verificar acciones potencialmente problemáticas solicitando verificación del usuario antes de la ejecución). Las evaluaciones de Nielsen a través de diversas aplicaciones demostraron que incluso excelentes mensajes de error resultan inferiores a la prevención—los usuarios que experimentan errores sufren interrupciones, confianza reducida y sobrecarga cognitiva independientemente de la facilidad de recuperación, mientras que los errores prevenidos mantienen el flujo permitiendo enfoque sostenido en trabajo productivo.
The Design of Everyday Things de Norman (1988) proporcionó fundamento teórico para la prevención de errores mediante la distinción entre deslices (intenciones correctas con ejecución incorrecta—presionar botón equivocado, escribir tecla incorrecta, seleccionar elemento de menú erróneo) y errores (intenciones incorrectas por modelos mentales defectuosos—elegir objetivo equivocado, malentender capacidades del sistema, aplicar estrategias inapropiadas). La investigación de Norman demostró que estos tipos de error requieren diferentes enfoques de prevención—deslices prevenidos mediante restricciones que limitan acciones posibles a opciones válidas, indicadores de modo mostrando estado actual, confirmación para acciones irreversibles. Errores prevenidos mediante affordances claros revelando capacidades del sistema, modelos conceptuales visibles mostrando organización del sistema, y retroalimentación inmediata validando que las acciones coinciden con intenciones antes del compromiso.
Human Error de Reason (1990) estableció taxonomía integral de errores distinguiendo errores basados en habilidades (deslices y lapsus durante desempeño automático—escribir "teh" en lugar de "the," olvidar pasos en secuencias familiares), errores basados en reglas (aplicar reglas incorrectas o malinterpretar situaciones—usar procedimientos inapropiados para contexto actual), y errores basados en conocimiento (operar más allá del conocimiento existente requiriendo improvisación—resolución incorrecta de problemas cuando las reglas no aplican). Su investigación demostró que la prevención efectiva de errores empareja estrategias con tipos de error—errores basados en habilidades prevenidos mediante restricciones y funciones forzadas eliminando acciones inválidas, errores basados en reglas prevenidos mediante indicadores claros de situación y guía apropiada de selección de reglas, errores basados en conocimiento prevenidos mediante retroalimentación clara del sistema y ambientes exploratorios seguros permitiendo aprendizaje sin consecuencias permanentes.
El marco habilidad-regla-conocimiento (SRK) de Rasmussen (1983) explicó el desempeño humano a través de niveles de experticia validando requerimientos de prevención de errores que varían con la competencia del usuario. Desempeño basado en habilidades (comportamiento sensoriomotor automatizado) genera deslices prevenidos mediante restricciones de interfaz y mapeos consistentes. Desempeño basado en reglas (aplicación consciente de reglas aprendidas) genera errores cuando las reglas se aplican mal, prevenidos mediante reconocimiento claro de situación y guía de reglas. Desempeño basado en conocimiento (resolución consciente de problemas sin reglas aplicables) genera errores prevenidos mediante modelos visibles del sistema y exploración segura permitiendo aprendizaje. Este marco valida la prevención requiriendo diferentes estrategias para usuarios novatos versus expertos—los novatos necesitan restricciones fuertes previniendo errores de exploración, los expertos necesitan sistemas flexibles previniendo interrupciones mientras mantienen salvaguardas para acciones verdaderamente peligrosas.
"Designing for error" de Lewis y Norman (1986) estableció que la prevención de errores sirve múltiples funciones más allá de evitar errores inmediatos: mejora del diseño del sistema (errores frecuentes indican affordances pobres o flujos confusos requiriendo rediseño), aprendizaje del usuario (mecanismos de prevención enseñan uso correcto mediante restricciones y retroalimentación), y construcción de confianza (errores prevenidos demuestran que el sistema protege a los usuarios manteniendo la confianza). Su investigación validó que la prevención excesivamente restrictiva crea frustración limitando funcionalidad legítima, mientras que la prevención insuficiente crea ansiedad reduciendo exploración—la prevención efectiva equilibra protección con libertad permitiendo trabajo productivo y confiado.
La investigación contemporánea sobre diálogos de confirmación y costos de interrupción (Bravo-Lillo et al. 2013) demostró que la confirmación excesiva crea habituación—los usuarios descartan automáticamente advertencias sin leerlas volviéndose vulnerables precisamente a los errores que las confirmaciones intentaban prevenir. Los estudios mostraron que la efectividad de confirmación depende de frecuencia (confirmaciones raras atraen atención, frecuentes son ignoradas), especificidad (genérico "¿Estás seguro?" resulta inefectivo versus descripciones específicas de consecuencias), e inversión del usuario (confirmaciones después de trabajo sustancial resultan más efectivas que advertencias tempranas preventivas). Esta investigación valida la prevención requiriendo enfoques por capas desde restricciones sutiles (siempre activas previniendo estados inválidos) pasando por validación moderada (retroalimentación en tiempo real guiando correcciones) hasta confirmación explícita (reservada para acciones verdaderamente peligrosas y raras).